Turquesa.

Originaria de Zimbabwe, donde se hallan los principales yacimientos, la turquesa africana se distingue por su espléndido color azul verdoso claro. El nombre de estas piedras preciosas, se debe a que se cree que fueron los turcos quienes las dieron a conocer en Occidente. Hoy en día, no obstante, además de en Turquía, existen explotaciones importantes de turquesas en Estados Unidos (Nevada, Arizona, Colorado), Rusia, Australia, Egipto e Irán.

Aunque la turquesa más conocida es la azul verdosa, hay otros colores más verdes que azules, con más o menos venas, etc...

Es una piedra protectora y los griegos la usaban para guardarse de ladrones y envenenadores.

La turquesa es una gema muy valorada en gemoterapia, ya que potencia la confianza en uno mismo, esto hace de ella, una gema muy recomendada a la hora de realizar terapias para combatir la baja autoestima y los estados de depresión.

Es una piedra que nos ayuda a madurar y a dejar atrás los problemas a la hora de realizar nuestros deseos y, adoptar una actitud más positiva ante la vida. Atrae la suerte.

También se recomienda cuando se quiere mejorar la comunicación con la pareja y nos ayuda a ser más sinceros con nosotros mismos. Por lo que respecta a sus propiedades terapéuticas físicas, se valora su acción sedativa en el caso de los dolores de cabeza.

Resulta especialmente indicada para combatir las afecciones del sistema respiratorio, laringe, bronquios y pulmones, también para la anorexia.

Si tiene inclusiones de cobre, absorberá la negatividad que pueda haber en el entorno.

Está asociada con la representación de la maternidad y en algunos casos disuelve los bloqueos. El estado de ánimo que produce, puede ayudar a la concepción y evitar la anemia.

*Los mayas y los aztecas, la utilizaban para adornar las imágenes de sus dioses. También la utilizaban las romanas para tintar el cabello, después de haberla triturado. En la Edad Media se convirtió en el talismán de la Sagrada Orden de los Caballeros de Oriente.